Dejé a mi viejo y a su testarudez bajo esta copiosa llovizna de junio,
y no me importó. Como no me va a importar escupir su tumba,
y un tiempo después, raspar las últimas carnes de sus huesos para dárselas a los perros,
tirarlos en una caja de madera que nunca más veré.
Por que a él tampoco le importó dejarme sin años nuevos, ni navidades, sin cumpleaños, sin sus asados; engañar a mi madre, quitarle a su esposo, y salir tras las polleras de chicas de mi edad; por eso.