sábado, 30 de septiembre de 2017

Un Dios


Comíamos nueces recostados.
Mi hermano, además, fumaba y leía a Oesterheld.
Recuerdo haberle apuntado más de una vez 
con el pulgar del pié al Dios que teníamos pegado 
a un machimbre del techo, y en tono de oda recitarle:

"Amenazarte es (de alguna manera)
reconocer que existís, es, conjeturar tu reinado, 
tus frases, tus milagros, tu martirio, tu claustro,
es, en fin, reconocerte.
Es entender también
que no soy "el elegido".

Mientras ahuyentaba el humo del cigarro de Carlos,
volvía a apoyar la pierna sobre el colchón
(sin dejar de comer nueces)
Me quedaba en silencio, pensando nuevas amenazas,
retomando mi ilusión:

"Amenazarte, Dios de los humanos, es..."
(me cago en Carlos! siempre fue tan simple!).

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Insomne


Desde la cocina de casa les reclamo (insolente),
sin saber lo que es la muerte.
Desde la cocina de casa (donde escribo)
lanzo versos al aire,
con el propósito de cartas
(manuscritos para ausencias).
Desde la cocina de casa (a donde los convoco)
veo la ventana oscura 
y una reja llena de rumbos vacíos.
Desde la mesa de la cocina
(donde apoyo la hoja, y la mano que mueve al lápiz)
sigo reclamando (imprudente)
a los que me dejaron acá,
sentado a la mesa, insomne,
sin saber lo que es la muerte.

Porque, ¿De qué vale el mar, abuela Elizabeth,
sin tus ojos azules mirándolo?
¿Qué es un arroyo en la sierra, abuela Amanda,
sin vos, y tu matecito dulce?
Porque, ¿De qué vale el domingo, sin Ramón
llevando a su jauría de nietos a pasear?
¿Qué significa esa parrilla, sin mi padre,
acomodando el carbón?
¿A quién le importa este jardín,
sin Zultán y su manto negro?

Igual sigo, desoyendo a la gente,
reclamando (insolente),
sin saber 
lo seria 
que es la muerte.