jueves, 22 de junio de 2017

Gisberg

Se que escribir no era una tortura, como lo es para mí,
se que era lo mismo escribir, que sentarse al inodoro,
que salivar, que eructar.

¡Tú y tu maldita naturalidad, maldito Allen, maldito seas!

Cuando te encuentre en el pasillo del nunca jamás,
¡la eternidad nos golpeará tanto!
de tus vísceras saldrán cuentos y de las mías llanto.

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