Se que escribir no era una tortura, como lo es para mí,
se que era lo mismo escribir, que sentarse al inodoro,
que salivar, que eructar.
¡Tú y tu maldita naturalidad, maldito Allen, maldito seas!
Cuando te encuentre en el pasillo del nunca jamás,
¡la eternidad nos golpeará tanto!
de tus vísceras saldrán cuentos y de las mías llanto.
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